Navarra, dos heridas y una sola cura



Navarra vive hoy una guerra civil fría del alma: dos hermanos enfrentados, la Navarra vasca y la Navarra sureña, no ya por Francia o por Castilla como en agramonteses y beaumonteses, sino Navarra contra sí misma. Ambas nacen de la misma pérdida de la unidad católica que sostuvo nuestros fueros y nuestra vida común.

La Navarra vasca desea custodiar lengua, tierra y viejas leyes; pero demasiadas veces ha sustituido la fe por la etnia, la patria por la ideología, y el Evangelio por un proyecto liberal-revolucionario que convierte el euskera y lo “vasco” en ídolos de identidad. De la sangre al idioma, y del idioma al “ser más progre que España”: capas de una misma vaciedad que, al final, deja un cascarón disponible para cualquier sustitución cultural.


La Navarra sureña reacciona defendiendo la españolidad y los lazos con las demás tierras de la Corona; pero no pocas veces trueca la fe por la comodidad, la unidad católica por una Constitución atea, y la realeza social de Cristo por la apariencia de normalidad bajo Bruselas. Idolatra el “Estado de derecho” mientras cede el alma a la tibieza y al americanismo; y, por eso, retrocede año tras año ante un proyecto nacionalista que domina escuela, poder y calle, volviéndose a la vez más pequeña y más dura, negando incluso la vasquidad histórica de Navarra.

No hay “buenos” y “malos”, sino dos idolatrías gemelas nacidas del mismo abandono: cuando Cristo deja de ser Rey, los fueros se vacían, las leyes se dictan desde fuera y la costumbre se marchita. Navarra queda desarraigada, ridiculizada por quienes deberían admirar su ejemplo de pueblo cristiano. Y, sin embargo, no estamos condenados: la cura es la de siempre, conversión del corazón.



O nos convertimos o nos deshacemos. No lo arreglarán mesas técnicas ni pactos de conveniencia. Sin penitencia no hay paz, sin contrición no hay reconciliación. El camino es claro:

  • Examen de conciencia y restitución: reconocer el mal cometido —odio, mentira, desprecio— y pedir perdón al hermano al que hemos herido.

  • Confesión sacramental, ayuno y obras de reparación por los pecados públicos que han roto nuestra convivencia.

  • Devolver a Cristo el trono de lo público: que la ley positiva sirva a la Ley de Dios, y los fueros vuelvan a ser protección del bien común cristiano.

  • Euskera y español como dones, no banderas de guerra: la lengua se santifica en la verdad y la caridad, no en la imposición ni en la burla.

  • Escuela y familia como templos de fe viva: catequesis íntegra, liturgia digna, virtud cotidiana.

Dios nos ha dejado señales en el camino: San Miguel de Aralar, espada que corta la mentira y derriba ídolos; San Francisco Javier, fuego de caridad que conquista sin odiar. Vayamos en peregrinación a Aralar y a Javier; recemos el Rosario, celebremos misas de desagravio, hagamos votos de concordia cristiana entre vecinos y familias.



Que Navarra deje de ser campo de batalla y vuelva a ser cruz y puente. Si Cristo reina, los hermanos se reconocen, las lenguas se abrazan, los fueros florecen y la paz no es un alto el fuego, sino orden de Dios en las almas. Si no volvemos a la fe que nos dio origen, quedaremos en museo; si volvemos, Navarra resucitará.

Comentarios

  1. Hola. Gracias por su blog, que está muy bien diseñado y es esclarecido. Sólo una cosa: yo no diría Navarra vasca y Navarra sureña, aunque creo entender lo que quiere decir. Diría la Navarra bilingüe (la zona real y no la creada con forceps y sobre el papel) y la que sólo habla castellano. Entre los bilingües hay no pocos amantes de España (Baztán, Cinco Villas de la montaña, Zugarramurdi...) al estilo de los sólo castellanohablantes. Luego están los que se lían solos, les lían, o reaccionan así o asá peligrando la unidad de todos...Entre unos y otros hay no pocos amantes "del otro", y entienden a Navarra como una verdadera SÍNTESIS originalisima entre sus gentes.

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    1. Buenas tardes, gracias por su comentario. Según he entendido, divides a navarra entre bilingües de castellano-euskera y monolingües en castellano. Entiendo también la diferenciación, hoy en día menos del 0,1 de la población es monolingüe en euskera. Sin embargo cuando digo «vasco«, no estoy utilizando el idioma como criterio, sino la cultura, etnia y otros aspectos más que el idioma. La parte del norte es vasca en contraste con la sureña porque, entre otras cosas, en Tudela no hay aurresku ni olentzero. Se cantan y baila la jota parecido a aragón. No como las jotas del norte sino más lentas como las de aragón. En resumen, existe una navarra culturamente vasca y una navarra que por norma rechaza la vasquidad por diversas razones. La lengua no es un diferenciador, la cultura lo es.

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